sábado, 15 de mayo de 2010

En la avenida de la ciudad perdida que me llevó a encontrarte, quererte y odiarte.

No sabía que pensar, solo montaba mi vista hacia la ciudad
que se extendía ante mi cuerpo inválido;
coches manejados por entes amorfos e inquietos por alcansarse,
luces, señales, establecimietos...
El tiempo se estaba retirando, no sentí agobio ni conspiración,
permití que la situación me tranquilizara.
Y fue así, tal como lo soñé,
que entre tantas figuras aparecieras tú,
disfrazado de alguién más para confundirme y aterrorizarme.
Te había presentido desde adentro
y las dimensiones confusas de la vida te desplazaron.
Hoy que te he vuelto a ver, y que tropecé con tu estatura de molde
y tu mirada de sueño;
me da pánico, pánico de tí y de perder la noción
de la realidad otra vez.
Algún día nos haremos luces.

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